En la provincia de Tierra del Fuego, Argentina, se encuentra una de las canchas de rugby más singulares del planeta. Rodeada de montañas nevadas, bosques y el majestuoso Río Pipo, esta cancha es sede del torneo de rugby más austral del mundo: el Seven del Fin del Mundo.

La historia del Ushuaia Rugby Club comienza en 1981, cuando un grupo de entusiastas se propuso impulsar este deporte en una ciudad que apenas contaba con 10.000 habitantes y recibía a trabajadores de distintas provincias en busca de mejores oportunidades. Bajo la presidencia de Luis López Dantas, y con un equipo comprometido, lograron construir la primera cancha de rugby en Ushuaia en 1987, marcando un hito para el deporte en esta región extrema.

Ubicada en un entorno natural privilegiado, la cancha no solo ofrece un paisaje espectacular camino al Parque Nacional Tierra del Fuego, sino que también enfrenta grandes desafíos climáticos. En Ushuaia, los vientos intensos, las bajas temperaturas y la nieve limitan su uso a los meses entre octubre y mayo. A pesar de estas dificultades, el compromiso y esfuerzo de los jugadores permitieron mejorar sus condiciones iniciales, cuando apenas tenía césped y era un terreno rústico. «Recuerdo cómo sacábamos piedras y colocábamos champas de pasto entre todos para nivelar el campo», relata Cali Ríos, exjugador del club y organizador del Seven.

Hoy en día, la cancha cuenta con instalaciones modernas: vestuarios, cafetería, gimnasio, quinchos y un salón de usos múltiples para actividades sociales, además de capacidad para 3.000 espectadores.

El Seven del Fin del Mundo debutó en 1987 y desde entonces se ha consolidado como un evento icónico, declarado de interés municipal y provincial. Grandes figuras del rugby argentino, como Marcelo Loffreda, Eliseo Branca, Agustín Pichot, Horacio Agulla, Gastón Revol y Santiago Gómez Cora, han participado en este torneo, reflejando su relevancia en el calendario deportivo.

Un habitual de este evento es Efraim Sklar, exárbitro argentino de los Mundiales de Rugby de Inglaterra 1991 y Sudáfrica 1995, quien en la edición 2024 se desempeña como presidente de la Mesa Fiscalizadora. Sklar destaca los valores que el Seven encarna: «Hablar del Seven del Fin del Mundo es hablar de esfuerzo, voluntad, sacrificio y la satisfacción de disfrutar el rugby en las condiciones más extremas».

A lo largo de sus más de tres décadas, este torneo ha demostrado que el rugby puede florecer incluso en los confines más remotos del mundo, con pasión y trabajo colectivo como motor principal.