Cada año, numerosos futbolistas de élite enfrentan el desafío de compaginar el Ramadán con la alta exigencia del deporte profesional. Jugadores como Ousmane Dembélé, Antonio Rüdiger, Mohamed Salah y Lamine Yamal, entre otros, cumplen con este mes de ayuno, una práctica fundamental en la fe musulmana.

Para los clubes, la adaptación a esta realidad se ha convertido en una necesidad. Equipos como el FC Barcelona y el Benfica, que cuentan con varios jugadores musulmanes en sus filas, han implementado medidas para facilitar el equilibrio entre el rendimiento deportivo y el cumplimiento religioso. En ligas como la francesa, esta situación es aún más habitual, dada la diversidad cultural de sus plantillas.

El Ramadán, que este año se extiende del 28 de febrero al 30 de marzo, coincide con una fase crucial en las competiciones europeas y nacionales. Expertos como Vincent Gouttebarge, médico jefe de FIFPRO, advierten que el ayuno prolongado puede afectar el rendimiento físico y aumentar el riesgo de lesiones debido a la deshidratación y la reducción de la ingesta calórica. Sin embargo, no existen estudios concluyentes que demuestren un impacto negativo directo.

En países árabes, la organización del Ramadán permite cierta flexibilidad, con entrenamientos adaptados a los horarios del ayuno, una estrategia que Xavi Hernández aplicó durante su etapa en Catar. En Europa, la mayoría de los clubes han adoptado un enfoque similar, ofreciendo apoyo nutricional y logístico a sus jugadores musulmanes.

El fútbol de élite ha aprendido a convivir con esta realidad, demostrando que la alta competición y las creencias religiosas pueden coexistir con planificación y comprensión.