Hablar de fake news (noticias falsas) nos conduce a pensar qué tan preparados estamos para comunicar un hecho, donde la sociedad merece recibir una información indudable. Incluso, si lo pasamos al plano de los medios, esta desconfianza disminuye. En su mayoría, nos contentamos con leer diversos titulares, sintonizar lo primero y visible que encontramos, porque se trata de los “medios de comunicación”.

Sin embargo, ante esta cierta seguridad, se presentan historias que resultan ser muy lejanas a lo cierto. No todo lo que observamos, en el día a día, tiene ese carácter legítimo y nuestra capacidad para detectar estos contenidos, disfrazados de verdad, está cada vez más opacada. Las razones, que nos llevan a caer en la ingenuidad, son varias e injustificables.

Estamos en un era digital, donde la influencia reflejada en la opinión pública sobre las noticias falsas es peligrosa. Dado que la capacidad de replicarse es muy rápida en cuestión de segundos y las redes sociales son cómplices de ello. Así la desinformación cae en un círculo vicioso que, al parecer y lamentablemente, pretende normalizarse.

A raíz de ello, han surgido varios eventos que nos hacen reflexionar acerca de la credibilidad y lo profundo qué es el trabajo de los medios, para dar con su fruto más preciado: la noticia. Casos como de aquel joven, quien se hizo pasar por el científico en busca de una cura para el coronavirus en China, vienen a la mente y, a la vez, pregunto: ¿estamos preparados para brindar una información verídica?

¡Se trata del COVID-19 y esto es de interés público!, pues sí lo es, pero qué tanto de lo que encontramos como una fuente lo corroboramos antes de realizar una publicación. Podría tratarse de diversos factores que surgen en este entorno, donde la inmediatez y el rebote informativo es más significativo que empaparse de buenas fuentes y, a la vez confiables, antes de divulgar una historia.

No obstante, los errores cometidos por los medios al entrar en la desinformación no pasan desapercibidos. No es suficiente con borrar una publicación, que es lo que varios han optado como su única y última opción ante el mar de críticas. Las disculpas públicas no están de más, pero debemos llegar hasta ese extremo para realmente poner en duda la información que nos brindan.

Mientras sigamos así, seguiremos reflexionando más sobre si creer o no lo que nos informan, pero es importante precisar que también es un trabajo conjunto de la sociedad cuestionar y exigir una mayor veracidad. De lo contrario, seguiremos creyendo en estas malas prácticas, semejantes a un virus, tan dañinas y contagiosas.

Por: Satty Fernandez Alvarado