Ha pasado más de una semana, desde que la Refinería de La Pampilla, a cargo de la empresa petrolera Repsol, produjo un derrame de al menos 6000 barriles de crudo en las costas de Lima, el cual fue causado, presuntamente, por un fuerte oleaje atribuido a la erupción del volcán submarino en Tonga. Hasta el viernes, la contaminación alcanzaba hasta 180 hectáreas de franja de playa y 713 de mar en Lima y sus regiones limítrofes.

Los gremios de pescadores y asociaciones de comerciantes calculan que 3000 personas han perdido su trabajo. Del mismo modo, el ministro de Comercio Exterior y Turismo, Roberto Sánchez, ha proyectado unas pérdidas de hasta 52 millones de dólares en el sector turístico, dado que unos cinco millones de personas suelen pasar sus vacaciones cada año entre enero y marzo en las 21 playas afectadas hasta el momento.

Al respecto, la doctora Brenda Silupú, profesora de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Piura, refiere que, aunque aún no se tienen claras cuáles son las implicancias en el corto, mediano y largo plazo, existe desconfianza de los consumidores para adquirir productos marítimos, ya que ha disminuido tremendamente sus preferencias por este tipo de productos, pues no se sabe cuánto ha impactado en ellos esta contaminación.

Por otra parte, señala que el país sigue atravesando una pandemia de dos años y problemas de estabilidad política lo que ha hecho que la reactivación de las mypes se dé a paso lento. El derrame del petróleo ha afectado a los pescadores que viven del trabajo diario y que, en función a lo que venden, obtienen ingresos para poder mantenerse. Por ello, sostiene la profesora de la UDEP, debería existir algún tipo de compensación o bonificación para quienes dependen de la pesca del día (en las zonas afectadas), mientras se logra solucionar este problema o que se analicen las consecuencias que habrá en los recursos hidrobiológicos.

Asimismo, hay un impacto en las microempresas que tienen negocios de comida porque ahora no hay seguridad de que se pueda ingerir un buen producto marítimo. Por eso, acota, “las autoridades deben determinar las consecuencias o a qué nivel se puede afectar la biomasa o los peces”.

Esta misma situación repercute en los negocios hoteleros que están en las playas porque al estar el mar contaminado no podrán recibir a clientes, interesados, sobre todo, en los balnearios y comidas a base de pescados y mariscos.

También, se debe evaluar si la contaminación se puede propagar más allá de Lima, para que la población sea consciente de cuál ha sido el daño ecológico, sobre todo, para que conserven su salud, dice Silupú Garcés.

¿Cómo ayudar a los microempresarios?
La empresa privada debe otorgar incentivos o bonificaciones a aquellos que han sido directamente afectados; es decir, a los pescadores artesanales, los hoteles, las personas que venden comida al paso o que tienen restaurantes, indica la especialista en microfinanzas. Para ello, debe hacerse un empadronamiento para cuando se deba dar una compensación, mientras se desinfecta la zona.

Otra forma de ayudar a los pescadores es mediante contratos para que participen en la limpieza de la zona, dado que aún no pueden realizar sus labores habituales, a cambio de una bonificación o salario, independientemente de la compensación o indemnización que podrían recibir más adelante. “Se deben buscar las medidas necesarias para que todos puedan contribuir en hacer la limpieza de forma más rápida”.