La temporada de los Philadelphia 76ers se desploma a medida que el tiempo avanza. Con un récord de 20-31, su plaza en el play-in está a solo un partido y medio, pero ni la presencia de un «big three» ni los esfuerzos de su estrella Joel Embiid parecen ser suficientes para remontar una temporada marcada por la mediocridad. En la Conferencia Oeste, los Sixers estarían fuera de la lucha, incluso por debajo de equipos como los Trail Blazers.

Daryl Morey, presidente de operaciones, sigue vendiendo su proyecto como ganador, pero su discurso choca con la cruda realidad: el riesgo que asumió ha resultado en una de las mayores decepciones de su carrera. Ni siquiera la presencia en la cancha de Tyrese Maxey, Paul George y Joel Embiid logró evitar una derrota humillante por 125-112 ante los Detroit Pistons, un equipo que, a pesar de sus méritos, no contaba con su estrella Cade Cunningham.

El primer tiempo fue una catástrofe total. Los Pistons anotaron 78 puntos en la primera mitad, el máximo desde 1982, mientras que los Sixers se desmoronaron defensivamente. Embiid, lejos de ser el MVP que el equipo necesita, tuvo una de sus peores actuaciones, con solo tres puntos, errores ridículos y una actitud defensiva inaceptable. Tras el descanso, Embiid logró anotar 20 puntos en el tercer cuarto, pero la remontada fue en vano; los Pistons, liderados por un Malik Beasley deslumbrante con 36 puntos, controlaron el marcador y mostraron más ganas de jugar al baloncesto que los Sixers en su totalidad.

Maxey se destacó con 27 puntos y 7 asistencias, mientras que Paul George, limitado por problemas en la mano izquierda, tuvo una participación discreta. Con Tobias Harris aportando 22 puntos y 9 rebotes para los Pistons, los Sixers quedaron muy lejos de la versión que se esperaba al inicio de la temporada, cuando se pensaba que este podría ser el año para Embiid y compañía.

La decepción es monumental, y la idea de un equipo que podría ser campeón parece cada vez más un espejismo. Mientras Morey sigue buscando una chispa de esperanza, la realidad es que el equipo está atrapado en una espiral de frustración y desilusión.