Argentina.- Una vez más la Alianza de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA), levanta su voz por aquellos que no la tienen y por aquellos a los que el gobierno no quiere escuchar. Hace mucho tiempo que los templos permanecen cerrados. No se les brinda la posibilidad de asistir a su comunidad de fe a las personas que, más que nunca, están con serios problemas debido a la pandemia y las restricciones que coartan la libertad de expresión. La contención y animar a los fieles es vital para la vida de las personas.
Coincidimos con la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) en que “la pandemia se hace larga. Lo saben especialmente los esenciales que están en la primera línea, cuidando la fragilidad de nuestro pueblo, entre ellos el personal de salud y tantos otros servidores de la comunidad como, por ejemplo, las mujeres que llevan adelante los comedores comunitarios”. Y como ellos, aseguramos que la dimensión espiritual es lo que sostiene a hombres y mujeres en el frente de batalla. Es la fe lo que los moviliza a seguir sirviendo a la sociedad con esmero y profesionalidad. Pero también la fe es el sustento para la población en general.
Lo hemos dicho hace un tiempo, que las iglesias no solo son esenciales sino también vitales:
• Vitales en la contención y atención espiritual de quienes así lo requieren, en un país en donde, según datos del CONICET, el 85% profesa creer en Dios.
• Vitales en la ayuda humanitaria, poniendo a disposición por pedido del Estado al inicio de la pandemia, 1298 camas para la atención de los enfermos leves por COVID, con el objetivo de descomprimir el sistema de salud, dando lugar a los casos de gravedad.
• Vitales en la atención social, entregando diariamente desde los templos miles de viandas, en un contexto en donde la mitad de los argentinos se encuentra bajo la línea de pobreza.
• Vitales en la atención y contención de las innumerables patologías propias de la época que nos está tocando atravesar, como lo son la ansiedad, la depresión, la angustia crónica y hasta los intentos de suicidio. No hay índice capaz de medir la propagación de estos males actuales. Pero no tenga dudas de que la Iglesia Evangélica está colaborando con usted en su preocupación por la salud de la población, al acompañar a miles de argentinos que lidian con estas situaciones.
Desde el minuto cero de aquel 20 de marzo de 2020 hemos acompañado las decisiones sobre el cuidado de la vida frente a un enemigo invisible e imbatible. Asistimos en ayuda de las familias en situación de extrema pobreza. Pusimos a disposición nuestros templos para que sean lugares de acopio de mercadería, o lugares de alojamiento de enfermos leves de COVID.
No hubo una sóla señal de parte del gobierno para que, siguiendo protocolos de extrema seguridad sanitaria, podamos continuar asistiendo a las personas en lo referente a la fe, la práctica cúltica y la asistencia espiritual con familias que pierden seres queridos, pierden trabajo, pierden relaciones sociales y se sienten agobiados. Esta necesidad debe ser tenida en cuenta más allá de la creencia personal de un funcionario, porque la vitalidad de las comunidades de fe ya ha sido ampliamente demostrada. También a esto apuntamos, a que en fases de mayor apertura, donde la amplitud de actividades permite celebraciones culturales, gastronómicas y deportivas, con aforo, también se permita que los templos abran sus puertas con ese mismo criterio para sus actividades. Nos preocupa en sobremanera la falta de tino y consideración ante las expresiones religiosas vitales para una gran parte de la sociedad.
Dicho todo esto, insistimos en pedirle al gobierno nacional que con prioridad conceda la apertura de los templos para la realización de cultos o actos litúrgicos con un mínimo del 30% de aforo, para así socorrer y asistir a la población. La gente está necesitada de su espacio de fe y los templos permanecen cerrados. Permitan la apertura de los templos que con protocolos acordados con las autoridades sanitarias. Seguiremos cuidando la salud de todos los fieles.