Vivimos en un momento de la historia donde el acceso a la información nunca ha sido tan amplio. Noticias nacionales e internacionales, análisis económicos, investigaciones periodísticas, actualizaciones en tiempo real, entrevistas, coberturas en directo. Todo está al alcance de la mano, todo parece urgente, todo reclama atención. Pero en medio de esa abundancia, algo se está perdiendo: la capacidad de entender lo que realmente importa.

La sobreinformación —o infoxicación, como la llaman algunos expertos— ha comenzado a deteriorar la calidad del pensamiento público. Y ese fenómeno afecta no solo a los lectores, sino también a los medios.

Más no siempre es mejor
Sitios webs como Agencia de Noticias Orbita han asumido el desafío de informar con rapidez y responsabilidad. Sin embargo, el entorno digital impone una presión constante: producir más titulares, generar más contenido, atraer más clics. Esta dinámica ha llevado a que incluso las noticias bien estructuradas compitan en medio de un ecosistema sobresaturado, donde la atención del lector se dispersa y el análisis se debilita.

Hoy, muchas personas se sienten “al día” porque han leído cinco titulares y han compartido tres enlaces. Pero no han comprendido los datos de fondo, no han contrastado las fuentes, no han identificado el contexto. El resultado es una ciudadanía que cree estar informada, pero que apenas ha rozado la superficie.

Leer bien, una nueva competencia crítica
Frente a esta crisis de comprensión, la solución no pasa solo por producir menos información, sino por crear condiciones para que esa información sea leída con criterio. Para ello, se necesitan herramientas y hábitos que permitan filtrar el contenido, detectar ideas clave, jerarquizar lo relevante.

Un recurso útil en este sentido es esta herramienta para resumir textos automáticamente, que permite a periodistas, estudiantes o ciudadanos identificar los puntos centrales de un texto extenso en segundos. No reemplaza la lectura crítica, pero puede ser un filtro inicial para decidir qué vale la pena leer a fondo y qué puede postergarse.

En un contexto donde el tiempo es limitado y la atención escasa, herramientas así pueden marcar la diferencia entre una lectura superficial y una comprensión real.

La responsabilidad informativa se comparte
Medios, periodistas, editores y lectores estamos todos dentro del mismo dilema. Por eso, el futuro de la prensa no solo depende de la velocidad o del volumen de publicación, sino de cómo ayudamos colectivamente a reconstruir una ciudadanía lectora que sepa analizar, conectar y reflexionar.

Porque si el periodismo es parte esencial de la democracia, comprender lo que se publica también debería ser parte del compromiso ciudadano.

Hoy más que nunca, leer bien es un acto de responsabilidad pública.
Y ayudar a otros a leer mejor también es una forma de hacer periodismo.