Lima.- Los cambios que hemos vivido durante la pandemia han sido guiados por un patrón: la incertidumbre. Los cambios no sólo afectaron la economía de los países, sino también distintas necesidades como la importancia de la salud mental y el manejo de las distintas adicciones que se potenciaron debido al cambio de rutina encabezado por el aislamiento, el trabajo o estudio desde casa.

La Universidad Internacional de Valencia-VIU lideró un estudio sobre aspectos de bienestar y salud, consumo de alcohol y otras sustancias, así como uso de Internet en la coyuntura, para revisar cómo estos se ven afectados en la situación de confinamiento social generada por el Covid-19. En la investigación participaron universidades de España, República Dominicana, México y de Latinoamérica como la Universidad Católica Luis Amigó (Colombia), la Universidad Politécnica Salesiana (Ecuador), la Universidad Continental (Perú) y la Asociación Toxicológica Argentina (Argentina).

Una de las conclusiones más importantes que arrojó el informe fue el aumento de entre el 20% y 25% con sintomatología depresiva durante el confinamiento. Este aspecto es importante ya que no sólo estamos hablando de un problema de salud a nivel de virus pandémico, sino de la pérdida de bienestar psicológico, recalca el documento.

Otro de los factores que más preocupa es el uso problemático del internet. Los datos arrojados por la investigación señalan que las cifras durante el último año (aunque se aclara que no se tenían estudios pre-pandemia) están entre el 23%-31% de personas que presentan esta situación.

Al respecto, el Dr. Víctor José Villanueva Blasco de VIU, quien lideró la investigación citada, señaló: “Considerando la tendencia en aumento del uso de internet durante el confinamiento, seguramente también se incrementó la prevalencia de uso problemático. Este aspecto puede ser inferido a partir de lo observado en el juego problemático online (o adicción al juego de apuestas online) y en la adicción a los videojuegos”. Al revisar las cifras por países se encuentra que la lista la encabeza Ecuador con un 31.4%, seguida de Perú (23.3%) y Colombia (29.9%).

En lo que respecta a otras dependencias, la preocupación también se centra en el consumo de marihuana. Colombia se encuentra en la primera posición con una cifra mayor de la mitad (62,5%), seguida de Perú con 28,6% y Ecuador 14,8%.

Para el caso del alcohol, las cifras mostraron una reducción en el consumo problemático, en gran medida, por la disminución de encuentros en lugares como bares, discotecas y encuentros con familiares o amigos, donde se fomentaba el consumo de bebidas embriagantes.

El Dr. Villanueva explica con preocupación que al final del confinamiento habría una tendencia al alza de consumo. “Indudablemente aumentarán los consumos de alcohol y las prevalencias de ingerirlo, y -probablemente- también las prevalencias de adicción moderada al cannabis cuando remitan las medidas restrictivas de la movilidad. Por una parte, es comprensible que las personas deseen recuperar sus relaciones sociales y hábitos previos, aunque estos no sean los más saludables”.

El director de la Maestría Oficial en Prevención en Drogodependencias y otras Conductas Adictivas de VIU recalcó que al momento de buscar ayuda debe ser de un profesional certificado, tanto para la persona adicta como para orientar a la familia. Los procesos de abstinencia son complejos, varían según la sustancia e interaccionan con otra serie de circunstancias. Por tal motivo, lo adecuado es dirigirse en busca de profesionales. En estos servicios también se orienta a la familia.

Signos de alerta

Muchas personas se preguntan cuáles son los síntomas o acciones que podrían permitir detectar si una persona es drogodependiente, aunque vale la pena informar que eso depende mucho de la sustancia que se consume, en términos generales, se puede estar atento a los cambios de temperamento, falta de motivación, adelgazamiento o aumento de peso inusual, enrojecimiento de los ojos, así como afectación a distintas áreas de la vida (escolar, laboral o social).

En el aspecto familiar, los cambios de conducta relacionados con el nivel de interacción son notables, por ejemplo, en la reducción de los contactos o el tiempo compartido, pasando más tiempo en la habitación de las personas que está consumiendo drogas, y prohibiendo la entrada a la familia. Asimismo, es regular que oculten las actividades que realizan.

“Para evitar o ser consiente de ser una persona drogodependiente, la clave está en saber que no existe el riesgo cero en el consumo de drogas. Aunque exista un consumo de bajo riesgo, como en el caso del alcohol, situado en la categoría 1 en mujeres y 2 en hombres, sigue existiendo un riesgo de generar daños para la salud. Ahora bien, a mayor frecuencia de consumo, más alto es el riesgo de generar daños, tanto físicos, psicológicos y sociales; y, por supuesto, desembocar en una adicción”, concluyó el Dr. Villanueva.