Lima.- Perseverancia. Con esa palabra definiría Ana Gabriela Loayza Nolasco (32) su paso por las aulas de la Universidad de Harvard, una de las mejores del mundo, ubicada en Estados Unidos. Al tercer intento, en 2019, la peruana fue aceptada en dicha casa superior de estudios para estudiar un máster en Arquitectura y hace poco acaba de graduarse con un galardón en recompensa a su esfuerzo y dedicación.
“La primera vez que apliqué, en el 2016, no me había preparado. Tenía premios, un buen récord académico y experiencia. Sin embargo, el nivel de competencia es bastante alto”, cuenta Ana, talento de Beca Generación del Bicentenario del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación. En su segunda postulación, sintió un “choque emocional”, como ella lo define, por lo que decidió prepararse más para lograr su objetivo.
“Me tomé un tiempo y continué con mis proyectos, incluso realicé una instalación de arte en el desierto de Tankwa, en Sudáfrica, junto al equipo Reset, integrado por arquitectos. Así, desarrollé ciertos enfoques que me sirvieron para cumplir mi sueño de estudiar en Harvard”, señala.
Ana recuerda aún con emoción cuando llegó la esperada noticia de su aceptación en la universidad más antigua de Estados Unidos para seguir el Master of Architecture II, un programa de arquitectura que combina la teoría, las herramientas tecnológicas y el diseño digital. Además de Harvard, aplicó al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), la Universidad de Princeton y Universidad de Columbia, y fue admitida en estas dos últimas.
En mayo de este año, culminó sus estudios obteniendo en varios proyectos y cursos la calificación de High Pass (la más alta) y Distinction, pero eso no es todo. Fue, además, una de las ganadoras del Digital Design Prize, otorgado por la Escuela de Posgrado de Diseño, por su proyecto “Centro – Periferia: Codificación de nuevos procesos en los límites de Shenzhen (China)», y recibió el reconocimiento en su ceremonia de graduación. Su trabajo explora las posibilidades de una industria textil ambientalmente segura y sostenible para consolidar los límites de crecimiento urbano como polos de innovación y producción que conectan la urbanidad y la naturaleza en esta ciudad asiática.
“La experiencia en Harvard ha sido emocionante, sobre todo estudiar con compañeros de diversas partes del mundo. Fue muy enriquecedor. Me ayudó a convertirme en una persona autocrítica, a cuestionar qué estoy aprendiendo, cómo puedo mejorar o qué cosas descartar”, comenta la joven arquitecta. Su reto más difícil, en tierras lejanas, fue el idioma. “Al inicio, mantener una conversación académica en inglés se hizo complicado, pero poco a poco pude seguir el ritmo en las clases”, agrega. Sus padres, Rolando e Irma, están muy orgullosos de todos sus logros.
Aunque no está segura cómo nació su pasión por la arquitectura, cree que las construcciones que veía a su alrededor cuando era niña pudieron influir en ello. “Era bonito ver cómo una casa pasaba de ser un proyecto a una realidad. En la universidad me terminé de enamorar de la carrera”, recuerda.
Una de las metas de Ana, ahora, es regresar a la docencia universitaria para aplicar todo lo aprendido en nuestro país, y volver a dominar las olas con su tabla de surf, su pasatiempo favorito. “Les invito a postular a la universidad de sus sueños. Póngale mucho esfuerzo. Averigüen primero todo sobre el lugar donde quieren estudiar, el programa de estudios, los profesores. Si no llega lo que esperas, no te des por vencido, llegará algo mejor”, aconseja. Su consigna final es no rendirse.