Con la misma tranquilidad que pesca en el mar de Pucusana los fines de semana, Carlos Lam afronta cada obstáculo que le coloca la vida. Sobre sus hombros también carga energía, sabiduría, concentración y determinación; cualidades que lo condujeron a convertirse en medallista de oro en Lima 2019, consolidándose como uno de los mejores karatecas de América.
A sus 27 años de edad, Carlos Lam no solo es un exitoso deportista de alto rendimiento, sino también un emprendedor y profesor a tiempo completo. Creó su propia academia hace una década y, con esa paciencia que lo define, forma a las futuras generaciones, sin descuidar su sueño de convertirse en campeón del mundo.
Es uno de los pocos galardones que le falta coleccionar en el museo que creó su padre, Carlos Lam Escudero, en la sala de su casa, ubicada en Jesús María. La familia, los amigos y los vecinos también se sienten identificados con las medallas conseguidas por el karateca a lo largo de su carrera: cuatro títulos panamericanos, cuatro sudamericanos, entre otros torneos internacionales.
“He sabido adaptarme a la pandemia. A pesar de la coyuntura, sigo enseñando vía zoom a cerca de 40 personas. Además, intensifiqué mis entrenamientos en la Villa Deportiva Nacional (VIDENA), porque apunto a subir al podio en el próximo Mundial que venga. Esa es mi gran obsesión. Luego de ello pensaré si vuelco toda mi experiencia como profesor de la Federación”, afirma.
Su amor por el Karate, refiere, comenzó cuando tenía 7 años de edad. La dinámica que exige la disciplina lo cautivó, mientras probaba suerte en el taller deportivo de su colegio. Rápidamente destacó y no paró hasta competir a nivel profesional en el extranjero.
“Tenía 15 años, cuando me convencí de ser un atleta de alto rendimiento. Eran épocas donde no existía mucho apoyo. Mis padres pagaron el viaje y el hotel donde me hospedé para ir a competir a un Sudamericano en Medellín. Salí campeón y ese momento me marcó para siempre. Me di cuenta de ese talento escondido”, cuenta con nostalgia.
El exponente nacional también afirma que nunca se ha visto obligado a utilizar la fuerza fuera del tatami. Tener autocontrol, indica, es una destreza que fue puliendo con el paso de los años. Precisamente, esa habilidad lo ayudó a ser más organizado y exigente consigo mismo.
“No tenía tiempo para nada, en mi época universitaria. Mis entrenamientos empezaban a las 6: 00 a.m., luego volaba hacia la universidad, regresaba a entrenar, también estudiaba idiomas, entre otras actividades. Saqué tiempo de donde no tenía. La exigencia dio resultados: me gradué como Administrador y soy un guía del Karate. Todo es posible”, asevera.
Con esa sonrisa y sinceridad que lo acompañan en cada entrenamiento matutino en el Polideportivo 2 de la VIDENA, Carlos Lam agradece al Proyecto Legado por poner a disposición las sedes panamericanas para que los deportistas optimicen su rendimiento.
“Hace años, la VIDENA era prácticamente un lugar descampado. Solo había lozas deportivas y un par de construcciones. Ahora todo es distinto: se respira deporte y existe infraestructura de primer nivel. El día que tenga mis hijos les contaré que yo entrené en una sede panamericana. Desde aquí podré alcanzar mi gran objetivo”, manifiesta.
Mientras tanto, él seguirá inspirando con su amor al Karate, al lado del equipo de kata con el que subió a lo más alto en Lima 2019. Carlos Lam quiere seguir haciendo historia.