A un ejecutivo se le elige para que tome decisiones, siendo la mayoría de ellas sencillas y sin mayores consecuencias. Sin embargo, unas pocas decisiones son difíciles de tomar, siendo éstas las que lo pintan de cuerpo entero, debiendo resaltar que, mientras más alta sea su posición en la empresa, son más las decisiones difíciles que deberá tomar.
Buena parte del estrés del que sufren los ejecutivos es consecuencia de la toma de estas decisiones difíciles y esto ocurre por la carga emocional que éstas implican. El tener que despedir a una persona, el tener que decidir a tiempo y sin información completa sobre asuntos vitales o el enfrentar crisis que requieren acción inmediata, entre otras situaciones límite, conlleva una carga emocional que deriva en estrés el cual, si no se sabe manejar, afectará su salud y sus relaciones interpersonales.
El ejecutivo, por muy preparado que esté y por mucha fortaleza emocional que tenga, sigue siendo un ser humano que como cualquiera enfrenta miedos e inseguridades ante las mencionadas decisiones. Sin embargo, el buen ejecutivo sabe que eso es lo que le toca y también sabe que la peor decisión es la que no se toma o la que se toma a destiempo.
¿Qué hacer?. Evidentemente, no se puede eliminar el miedo y la inseguridad, pero si se pueden minimizar. Para esto lo primero es un profundo ejercicio de introspección para conocerse mejor a sí mismo y lo segundo es abandonar la famosa “soledad del gerente”, que muchas veces es autoimpuesta.
El conocer las propias fortalezas y debilidades para potenciar las primeras y minimizar las segundas se ha vuelto vital en el futuro de los ejecutivos. Existen herramientas modernas para ello y si a esto agregan un proceso de coaching profesional, mucho mejor.
En cuanto a la mencionada “soledad del gerente”, en realidad más pesa el orgullo y el hecho de no querer mostrar debilidad ante los demás. El pedir consejo a personas preparadas y discretas, en la medida en que no comprometa la confidencialidad de la decisión, es una buena práctica que para nada es una señal de debilidad.