Lima.- “Creo que la carrera de Educación me encontró a mí”, dice Gabriela Alejandra Ronceros Salas, de 22 años, quien se prepara para convertirse en una maestra que deja huella. Desde que estaba en el colegio, en Chincha, en Ica, observaba y admiraba de lejos la labor de los profesores del nivel inicial. Imaginaba, por un momento, ser como ellos. Había encontrado esa magia de formar a un ser humano en su primera etapa de vida y cómo podía impactar en ese niño o niña.
Gabriela se encuentra en el octavo ciclo de Educación Inicial de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), donde estudia becada por el Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación.
Comprometida con esa enseñanza de los pequeños, se unió a un grupo de universitarios para desarrollar el proyecto “Enlazados con la primera infancia”. La iniciativa busca capacitar a docentes durante la educación a distancia, y ahora promueven la entrega de 10 toneladas de libros infantiles, traídos desde Estados Unidos y que serán repartidos a 1200 estudiantes peruanos.
Gabriela afirma que una de las problemáticas que identificaron junto con sus compañeros Rosa María Ludeña, María Ana Galván, Maria Claudia Nina, Adriana Zúñiga y Erick Giudich, quienes forman parte del proyecto, fue las pocas oportunidades de lectura de los pequeños. Por eso, lograron aliarse con la asociación Mi Primer Libro Perú, que donó y gestionó el envío de las toneladas de cuentos y textos informativos infantiles en buen estado, movilizados en barco desde Los Ángeles hasta Lima.
“Son libros usados, que han sido reparados por la asociación y traídos al Perú para ser distribuidos en distintos proyectos, entre ellos, en Enlazados. Serán entregados en una bolsita denominada ‘bibliomochila’ a fines de este mes a niños menores de 6 años pertenecientes a la UGEL n. ° 13 Yauyos. Estamos juntando los medios para sacarlo del puerto”, contó la becaria.
El proyecto “Enlazados con la primera infancia” surgió el año pasado, debido a las limitaciones y el difícil reto que enfrentaron los docentes en el nuevo contexto de la enseñanza remota. Cuentan con el financiamiento del Fondo de Iniciativas Estudiantiles RSU en respuesta al COVID-19 de su casa de estudios, y la asesoría de las docentes Carmen Sandoval y Flor Quispe. La idea inicial era capacitar a profesores en la implementación de estrategias pedagógicas a distancia, que no limite la interacción con los niños, y se mantenga ese vínculo afectivo, que es fundamental en los primeros años de escolarización. En la actualidad, ya han brindado asesorías a cerca de 120 docentes de cuatro colegios.
Docencia en los genes
Al culminar la secundaria, Gabriela cuenta que se tomó un año para pensar qué estudiaría y a la par trabajaba brindando asesorías a niños en cursos, como inglés, matemáticas y comunicación, y dando clases particulares a los hijos de sus vecinos. Ahí se terminó de enamorar del oficio. Su papá Enrique, de 53 años, quien es docente de inglés, también forjó en su vocación. “Él es muy reconocido en Chincha. Veía cómo se amanecía preparando material didáctico con mucho esmero. Además, sabe un poco de braille y lengua de señas, lo cual le permitía ser una persona influyente y significativa para estudiantes con necesidades educativas especiales. Podía llegar a ellos, calar en su autoestima y ayudarlos a sentirse valiosos y seguros de sí mismos”, afirma.
“Algunos dicen que se lleva en los genes. Debe ser cierto. Desde pequeña sentí atracción por la carrera. La hermana menor de mi papa es profesora de inicial y veía en ella ese amor por la infancia, porque al final los niños son esa semillita que debemos enseñar a germinar para que se conviertan en aquellos ciudadanos que esperamos”, indica.
Uno de los pasatiempos favoritos de la becaria es el canto y trata de aplicarlo también en la enseñanza de los niños. “Cuando estaba aprendiendo a hablar, estaba aprendiendo, además, a cantar. Ahora sé tocar un poco de ukelele, teclado y guitarra, que me servirá en el futuro para dictar mis clases”, comenta la hija de Gilda, una costurera, y entona, feliz, “El monstruo de la laguna”, una dulce melodía que fomenta el reconocimiento corporal en los pequeños.
Su sueño es que las personas no vean a la docencia como una segunda o tercera opción, sino que, en verdad, les apasione su labor. “Hay mucho que hacer en el sector de Educación y por eso estoy aquí. Quiero ofrecer un panorama distinto, una mirada de lo que realmente implica ser una docente de inicial. Estoy comprometida con la transformación de mi país y busco fomentar el desarrollo integral de los niños y niñas”, finaliza Gabriela. Ya empezó a ser un agente de cambio.
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