Lima.- A lo largo de la presente campaña electoral, diversos candidatos revelaron su interés por imitar y ejecutar en el Perú las políticas implementadas en Bolivia durante el mandato de Evo Morales entre el 2006 y 2019.
Entre el 2006 y 2014, Bolivia presentó un crecimiento económico promedio de 5.1% anual, favorecido por el fuerte incremento del precio de sus principales productos de exportación como el gas natural y el petróleo. Además, se logró la mejora de indicadores sociales como la reducción de pobreza y la desigualdad en el país.
Sin embargo, a partir del descenso de las cotizaciones de materias primas que inició en el 2014, en su afán por sostener altas tasas de crecimiento y preservar los avances sociales, Bolivia ha tenido que recurrir a una política económica que ha traído consigo altos niveles de déficit en las cuentas fiscales y externas, millonarias pérdidas de reservas internacionales y un aumento significativo de la deuda pública a niveles no observados desde el 2006. Sumado a una débil inversión privada, todo ello pone en cuestionamiento la viabilidad del modelo boliviano en el mediano plazo.
Años de bonanza
Cuando Evo Morales asumió la presidencia de Bolivia en 2005, el país ya contaba con 20 años de crecimiento gracias a las políticas de estabilización y liberación económica establecidas a finales de 1985. En el 2004 se realizó un referéndum donde se anuló la ley vigente de hidrocarburos y se restableció la propiedad pública sobre estos recursos, permitiendo la aprobación de una nueva ley de hidrocarburos y el incremento de la renta estatal proveniente de este recurso.
Ya con Morales en el poder, en 2006, se dispuso la transferencia al Estado de “la propiedad, la posesión y el control total y absoluto de los hidrocarburos”. Con esto, las empresas privadas se vieron obligadas a renegociar contratos o dejar el país. Desde el 2010 los nuevos contratos ya no reconocen los costos recuperables a las empresas petroleras, sino que les dan una retribución por sus servicios de exploración y explotación, sin embargo, la actividad exploratoria ha mostrado ser insuficiente.
Entre el 2004 y el 2014 el precio internacional de las materias primas se incrementó, beneficiando a Bolivia y elevando el valor de sus exportaciones en 488%, llegando a casi 13 mil millones de dólares. La bonanza de los hidrocarburos se reflejó en una mejora de los indicadores sociales como la reducción de la tasa de pobreza que pasó de 0.59 en 2005 a 0.48 en 2014.
Este panorama cambió con la caída de los precios internacionales y el menor volumen de producción a partir de 2015.
Desequilibrios macroeconómicos
A pesar de los avances del país andino, una de las consecuencias poco discutidas de la administración de Evo Morales ha sido la acumulación de desbalances macroeconómicos, los cuales ponen en evidencia la vulnerabilidad y poca sostenibilidad de su modelo de desarrollo.
Luego de que los precios del petróleo y gas comenzaran a descender en el 2014, las cuentas fiscales bolivianas empezaron a deteriorarse. El resultado económico del sector público no financiero pasó de un superávit de 1.8% del PBI en promedio entre el 2006 y 2013, a un déficit promedio de 6.8% del PBI entre el 2014 y 2019, según el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas de Bolivia.
Esta caída se pudo explicar, en parte, por la menor recaudación de ingresos públicos procedentes de empresas estatales, que fue acompañada por una política insuficiente de consolidación del gasto público luego de una fuerte expansión durante los años de bonanza.
Otro de los desequilibrios que se ha generado, para financiar el déficit registrado en las finanzas públicas, es el aumento sustancial de los niveles de endeudamiento gubernamental. La deuda bruta del Gobierno General pasó de 37.6% a 56.5% del PBI entre el 2014 y 2019, llegando a registros no observados desde el 2006. Asimismo, el Banco Central de Bolivia (BCB), puso en evidencia su poca autonomía e independencia para el manejo de la política monetaria.
Estas acciones, unidas al esfuerzo monetario que implica mantener un régimen de tipo de cambio fijo en un contexto de menor entrada de divisas, han ocasionado una desacumulación progresiva de las reservas internacionales del BCB, que al 2019 representaron 15.7% del PBI, una caída de más de 30 puntos porcentuales por debajo del pico alcanzado en el 2012.
Retos
Las falencias del modelo boliviano para generar mayor bienestar de forma sostenida son evidentes también al notar las pérdidas de competitividad y productividad que ha tenido su economía durante el auge del precio de los hidrocarburos.
Asimismo, según datos comparables del Foro Económico Mundial, Bolivia descendió en el 2017 al puesto 121 entre 138 países en el Ránking Global de Competitividad, cayendo 16 posiciones desde la ubicación alcanzada en el 2007 – donde fue comparado con otras 131 economías. Este resultado fue principalmente consecuencia de un menor desempeño en los pilares vinculados al entorno macroeconómico y la eficiencia del mercado laboral.
Este análisis realizado al desempeño de Bolivia durante el Gobierno de Evo Morales muestra que mientras los precios de exportación se encontraban en niveles altos, se pudo alcanzar una de las mayores tasas de crecimiento de PBI en América Latina, una fuerte reducción en los niveles de pobreza y desigualdad, así como una expansión considerable de la clase media.
No obstante, los avances económicos y sociales fueron obtenidos a través de una fórmula de políticas poco sostenibles que derivó en desbalances fiscales y monetarios, y no fue capaz de brindar ganancias de competitividad y productividad, principales determinantes del crecimiento a largo plazo. Una lectura de estos resultados difícilmente llevaría a recomendar la aplicabilidad de un modelo similar al caso peruano.